MAMEN

MAMEN
I
De exactitud tus ojos se fundieron
con el azul del cielo una mañana;
transparente tu voz, abiertos dedos
para un adiós desnudo, en un abrazo
cupimos todos; aquel día triste,
doce de agosto, te selló la muerte
tus veinticuatro juveniles sueños.
II
Rabia y dolor. El pueblo es una piña
pirata en noble intento, que apresura
duelos de azufre; con resaca gime
a golpes de emoción, lo que no acierta
con disciplina a comprender; la inercia
de lo incapaz con nerviosismo muerde
noches de ambigüedad y desengaños.
III
La iglesia;
un redondel de incienso hambriento
devorando costumbres; plañideras
de luto y de impotencia, que desgarran
desgraciados gemidos; duele el aire
al cruzar la mirada; entre lamentos
doblando la campana.
Estamos todos;
somos tu cuerpo, Mamen, reprimidos
por tu golpe travieso e inesperado.
IV
Por una vez hemos dejado en casa
la pesadez de ser, que nos oprime
el odio entre familias, y el bastardo
complejo de enemigos, la discordia
como fuerza mayor, que reglamenta,
a golpes de patadas, nuestras vidas.
Míranos a los ojos, hoy no somos
carátulas con hambre de lujuria.
V
No debiste morir, no entenderemos
quien cargó con la culpa a medio golpe
del látigo de Dios en las espaldas.
VI
Te esperaré en las noches, trashumando
recuerdos y fantasmas estelares,
como estrellas fugaces. De mis sueños
volverás al sabor de mis jardines,
de mariposa o flor o entre los mirlos,
con tu mirada, Mamen, con tus ojos
de fondo azul al cielo de mis días.